CUADERNO PARA PERPLEJOS

~ Félix Pelegrín

CUADERNO PARA PERPLEJOS

Archivos de etiqueta: Stefan Zweig

Escrita en archipiélago

22 sábado Sep 2012

Posted by Felix Pelegrín in Literatura

≈ 7 comentarios

Etiquetas

Balzac, Stefan Zweig, Unamuno

En un precioso ensayo sobre Balzac, decía Stefan Zweig que a Balzac no se le puede medir por una obra aislada, sino por el conjunto. Y esto sirve para hacer callar a aquellos que desde siempre le imputaron que no fuera capaz de escribir ninguna novela que se pudiera considerar redonda. Pero aunque de alguna manera puede ser cierto, yo creo que existe una desmesura en estas palabras. Apelar a un conjunto que se aproxima al centenar de obras (de un proyecto que alcanzaba las ciento treinta y siete) para juzgar el mayor o menor acierto de lo que consiguió con su escritura, supone una exigencia que supera incluso la propia ambición balzaquiana.

Balzac intuyó por primera vez la posibilidad de un proyecto coherente que englobara la totalidad de lo que iba escribiendo en 1833: Estudios de costumbres, Estudios filosóficos (la clasificación es conocida) y Estudios analíticos. Pero no sería hasta 1842 cuando decidió adoptar el título general con el que finalmente fue publicada: La Comedia Humana. Para entonces la mayor parte de sus novelas más importantes habían sido escritas y nadie discutirá hoy que a esas alturas Balzac había entrado en la historia de literatura.

Su costumbre de repescar personajes abandonados (a veces durante años para reparar en una nueva novela lo que podía considerar que había sido consecuencia de un desarrollo incompleto en otra) puede que tenga mucho que ver con el carácter de dejación que a veces se le imputa, del que él mismo debió ser consciente. Lo que no quita que la idea de resucitar literalmente al Coronel Chabert después de que ya se hubiera extendido un acta de defunción antes de empezar a contar su historia le atrajera tanto que escribiera con este pretexto una gran novela corta que sí puede ser juzgada en sí misma. Como sucede en la vida, las soluciones por las que apostaba Balzac no siempre obedecían a un plan previamente establecido. Sus personajes (se han contabilizado más de 2.500) vivían y morían o desaparecían, sobre la marcha.

Si tuviera razón Stefan Zweig entonces yo debería callarme pues mis lecturas de Balzac no superan los diez o doce libros, pero prefiero pensar con José María Valverde que si existe una unidad en su obra, esa unidad proviene del autor mismo. Y éste se encuentra no tanto desparramado en el conjunto de sus experiencias vividas y escritas, como en la mirada encendida (una y la misma desde el principio) con que aprehendía la realidad. Esa construcción social que en su cabeza no excluyó la imaginación ni la fantasía que la sustentaban, porque quizás, como Unamuno dijo, Balzac llevó siempre el mundo dentro de sí, nutriéndose de la voluntad y el deseo nunca satisfecho. Al fin y al cabo se sabe que no fue un gran frecuentador de esos ambientes que él mismo describió tan bien en sus novelas, ni anduvo por ahí disipando su existencia movido por el afán de conocer gente y tomar notas; tenía bastante con las doce horas diarias que le exigía la escritura apurando sin descanso tazas de café.

En La piel de zapa, texto de exceso y dispersión donde se mezclan las categorías que Balzac había pensado para clasificar su obra, Balzac nos proporciona de forma inusual algo aproximado a lo que sería una síntesis de su pensamiento. Y es Fedora en ese texto, su primera opción; mujer fría, símbolo del poder inalcanzable, desposeída de toda pasión, hasta el punto de ser helada como dice Rafael, el protagonista de la historia (por cuyo rechazo acabará emprendiendo la búsqueda ciega de la piel mágica cuyo influjo lo arrastrará hacia la destrucción de si mismo): Fedora me había contagiado la lepra de la vanidad. El demonio me había dejado en la frente la señal de sus cuernos.

¿Cuestión de forma o contenidos fantásticos que chirrían en el conjunto de un programa realista, el que La piel de zapa se haya presentado siempre como una novela difícil de encajar en la Comedia humana? Para mí, un ejemplo extraordinario de la verdad que Balzac era capaz de nombrar y cargar sobre sus espaldas. Pues si es cierto lo que señala Jacques Martineau, nunca después de esta novela intentaría el escritor decir tanto en tan pocas páginas. Materialista y romántico impenitente que no obstante confía en la posibilidad de que esté equivocado, se desgarra por dentro al pensar que en su base la felicidad está contaminada. Con vergüenza lo confieso, reconoce Rafael cuando piensa en una posible vida junto a Pauline (la bella sin riquezas) no concibo el amor en la miseria. Porque cuando yo volvía hallaba a Pauline en mi cuarto, vestida con la mayor modestia, su talle flexible y los atractivos de su persona se revelaban bajo la grosera tela. Como la heroína del cuento Piel de asno, dejaba ver un lindo pie calzado con feo zapato.

Y es que la felicidad al fin y al cabo no es enseñable ni deducible a priori y quizás el mal que nos aleja de ella y nos impide gozarla no sea más que un placer violento como le plantea el anticuario antes de ofrecerle el talismán que habrá de conferirle la materialidad física (necesaria) a su deseo. Porque ¿Quién podría determinar el punto en que el placer se vuelve un mal y el mal es todavía placer?

Así pues, se trata de avanzar por una obra magmática, escrita en archipiélago (aquí me hundo, allí hago pie) con frecuencia a punto de ser abrasado, sin saber cuando hay que detenerse, como ocurre en el relato La obra maestra desconocida, donde la lucha para apartarse de una noción del arte impuesta por las convenciones (que Frenhofer, el pintor, considera muerta) no puede acabar sino en la forma que esa misma lucha genera, con la esperanza de que al fin se muestre la belleza ardiente de la carne. Acercándose, distinguieron en un rincón del lienzo, la punta de un pie desnudo que salía de aquel caos de colores, de tonos, de matices indecisos, especie de bruma sin forma, ¡pero era un pie delicioso, un pie vivo!

 

Compartir:

  • Twitter
  • Facebook

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

El amarillo de Flaubert

14 sábado Abr 2012

Posted by Felix Pelegrín in Filosofía, Literatura

≈ 2 comentarios

Etiquetas

Flaubert, Joyce, Leibniz, Michel Foucault, Stefan Zweig

En algún lugar he leído, no puedo precisar dónde, que la intención que movió a Flaubert a escribir Salambó, fue la de producir la impresión del color amarillo. Si fue ésta su intención o trató sólo de contestar con una broma a una pregunta que no le apetecía responder, no creo que lo resolvamos nunca. Las razones por las que un escritor aborda un libro (la elección del tema, los sucesivos cambios que desde el plan inicial hasta la consecución del mismo se ve como forzado, por un imperativo, a practicar) son, sin lugar a dudas, muy oscuras, cuando no imposibles de desvelar.

En Tiempo y mundo Stefan Zweig, en el capítulo destinado a estudiar el secreto de la creación artística, plantea la posibilidad de que el artista, que en principio podría ser la persona más capacitada para ofrecer una respuesta concluyente sobre los motivos que le han empujado a llevar a cabo su obra, no puede darla, precisamente porque, al igual que el criminal enajenado reconoce no entender qué pudo haberlo empujado a cometer su crimen, también él se hallaba fuera de sí, en el momento de la creación.

La explicación tiene claras resonancias románticas, pues se deduce de ella que el artista, llevado por la inspiración, sería víctima de una especie de rapto. ¿Cómo tener en cuenta su opinión,  si no se hallaba presente en el proceso creativo? Sin embargo, Zweig aclara que, en ese rapto, éxtasis dice él, valiéndose del sentido  que adquiere la palabra en griego, en ese estar fuera de sí que sufre el artista, él mismo no es llevado muy lejos, pues el lugar donde ha sido conducido, es precisamente al interior de la obra en gestación. Imagino que en esas circunstancias, la vuelta al mundo compartido, donde las palabras significan lo mismo para todos, sólo acabará de realizarse con la aparición pública de la misma; momento en el que todas las dudas, todas las vacilaciones, todas las correcciones y aciertos que fueron aceptados como tales desde el primer o último momento, se acabaron resolviendo por un inesperado prodigio. Extraña paradoja según la cual lo más próximo deviene inevitablemente lo más lejano.

Así resulta que, hallándose el autor, escritor, pintor o músico, tan cerca de su criatura, pero fuera de sí, es incapaz de dejar clara constancia de lo sucedido. Pienso en mis ojos sobre la pantalla del ordenador, en este preciso momento, en la estrecha proximidad en que se encuentran con mi pensamiento, completamente invisibles a ellos mismos, ciegos absolutamente al movimiento que describen. Algo de lo que Stefan Zweig quería hacerme entender, se ha hecho presente: El artista, no vive en nuestro mundo, sino en el suyo y por eso no puede ser al mismo tiempo testigo presencial de su quehacer.

Con su humor habitual, James Joyce ya había advertido antes, que el artista queda fuera de su creación arreglándose las uñas. Aunque su lugar respecto a la propia obra parezca ofrecerle una visión privilegiada, carece de criterio para hablar de ella. Se diría en cierto modo, que la obra no le pertenece y la firma con que rubrica su autoría, no debería contar, o al menos no más de lo que pueda contar la de cualquier otro que se haya mantenido a la adecuada distancia. ¿Pero qué distancia sería esta? ¿La del espectador o lector ingenuos? ¿La del que se presenta cargado de expectativas, esperando verse en cierto modo reflejado? ¿La del crítico que husmeando en borradores se empapa de las vacilaciones y dudas que le impedirán gozar desinteresadamente, en un intento, como sugiere Zweig, por revivir el proceso al que se vio sometido el creador?

Por caminos distintos, algunos años después de la muerte de Stefan Zweig, cierta crítica filosófica se empeñó en despreciar, con mucha más contundencia, la relevancia del autor. ¿Quién habla? ¿Quién escribe? ¿Quién es el responsable de los actos? ¿Existe un sujeto de la enunciación que sea algo más que una persona gramatical o una encrucijada de pulsiones inconscientes? Cuestiones, todas estas, que planteaban un buen número de interrogantes y ponían en entredicho mucho más que categorías estéticas. Sin embargo, aquellos que habrían deseado poner fin al asunto de forma definitiva, quedarán puestos en evidencia al intentar demostrar que ellos mismos no vivían un espejismo. Téngase sino en cuenta, la difundida tesis de Michel Foucault, el hombre ha muerto, que ya en su última obra importante, había dejado de ser una tesis significativa.

Llegados a este punto, yo planteo a mi vez la imposibilidad de que ningún texto u obra artística que haya trascendido a su época, sea reductible a la substancia de su autor o dicho de otra manera, a lo que él mismo quiso o creyó haber puesto en ella. Pero también creo que es imposible que no lo sea. No importa que aquí surja una nueva paradoja. Las obras no irán nunca más allá de su productor.

Como las mónadas que imaginó Leibniz, el escritor, el artista en general, re-crea el mundo que está contenido en él. De ahí que cuando hubo gran literatura se trató siempre de escribir un único libro. No parecerá raro entonces que en la búsqueda de intenciones y motivos que ayudaron a dar forma a una expresión artística propia, siga manteniéndose aún viva la vieja cuestión del secreto.

 

Compartir:

  • Twitter
  • Facebook

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Email

pelegrinfelix@gmail.com

Categorías

  • Arte (23)
  • Filosofía (36)
  • Literatura (54)
  • Pintura (19)

Referencias

  • Índice de autores y obras.
  • El autor

Blogroll

  • En lengua propia
  • Philosophie de l'inexistence

  • 20.893 visitas

Feed RSS

RSS Feed

Blog de WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • CUADERNO PARA PERPLEJOS
    • Únete a 60 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • CUADERNO PARA PERPLEJOS
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
A %d blogueros les gusta esto: